me deis licencia que diga a mi hermano lo que sé de vuestra hacienda, para que os trate con el comedimiento y respeto que se os debe, y para que se obligue a mirar por vos como es razón; junto con esto me parece no ser bien que mudéis de traje; y si en este pueblo hay comodidad de vestiros, por la mañana os compraré los vestidos mejores que hubiere, y que más os convengan, y en lo demás de vuestras pretensiones dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro de dar y hallar remedio a los casos más desesperados. Agradeció Leocadia a Teolosia, que ella pensaba ser Teodoro, sus muchos ofrecimientos, y dióle licencia de decir a su hermano todo lo que quisiese, suplicándole que no la desamparase, pues veía a cuántos peligros estaba puesta si por mujer fuese conocida.
Con esto se despidieron y se fueron a acostar, Teodosia al aposento de su hermano, y Leocadia a otro que junto dél estaba. No se había aún dormido don Rafael, esperando a su hermana por saber lo que le había pasado con el que pensaba ser mujer; y en entrando, antes que se acostase, se lo preguntó; la cual, punto por punto, le contó todo cuanto Leocadia le había dicho, cúya hija era, sus amores, la cédula de Marco Antonio y la intención que llevaba. Admiróse don Rafael, y dijo a su hermana: —Si ella es la que dice, seos decir, hermana, que es de las más principales de su lugar, y una de las más nobles señoras de toda la Andalucía;