Página:Novelas ejemplares - Tomo IV (1920).pdf/35

Esta página no ha sido corregida
35
 

Marco Antonio; y cuando lo hubiese hecho no conociéndoos ni sabiendo cosa alguna de lo que con él teníades, no os agravió en nada, y donde no hay agravio, no viene bien la venganza.

—Del recogimiento—dijo Leocadia—no hay que tratarme, que tan recogida y tan honesta era yo como cuantas doncellas hallarse pudieran, y con todo eso hice lo que habéis oído; de que él la Ilevase, no hay duda; y de que ella no me haya agraviado, mirándolo sin pasión, yo lo confieso; mas el dolor que siento de los celos me la representa en la memoria, bien así como espada que atravesada tengo por mitad de las entrañas, y no es mucho que como a instrumento que tanto me lastima le procure arrancar dellas y hacerle pe dazos; cuanto más, que prudencia es apartar de nosotros las cosas que nos dañan, y es natural cosa aborrecer las que nos hacen mal y aquellas que nos estorban el bien.

—Sea como vos decís, señora Leocadia—respondió Teodosia—, que así como veo que la pasión que sentís no os deja hacer más acertados discursos, veo que no estáis en tiempos de admitir consejos saludables; de mí os sé decir lo que ya os he dicho, que os he de ayudar y favorecer en todo aquello que fuere justo y yo pudiere; y lo mismo os prometo de mi hermano, que su natural condición y nobleza no le dejarán hacer otra cosa; nuestro camino es a Italia; si gustáredes venir con nosotros, ya poco más o menos sabéis el trato de nuestra compañía; lo que os ruego es