suplico que la pena sea de suerte que se extienda a quitarme la vida, y no la honra, que puesto que yo la he puesto en manifiesto peligro ausentándome de casa de mis padres, todavía quedará en opinión si el castigo que me dieres fuere secreto.
Mirábala su hermano, y aunque la soltura de su atrevimiento: le incitaba a la venganza, las palabras tan tiernas y tan eficaces con que manifestaba su culpa le ablandaron de tal suerte las entrañas, que con rostro agradable y semblante pacífico la levantó del suelo y la consoló lo mejor que pudo y supo, diciéndole, entre otras razones, que por no hallar castigo igual a su locura, le suspendía por entonces; y así por esto, como por parecerle que aun no había cerrado la fortuna de todo en todo las puertas a su remedio, quería antes procurársele por todas las vías posibles, que no tomar venganza del agravio que de su mucha liviandad en él redundaba.
Con estas razones volvió Teodosia a cobrar los perdidos espíritus, tornó la color a su rostro y re—vivieron sus casi muertas esperanzas. No quiso más don Rafael—que así se llamaba su hermano tratarle de su suceso; sólo le dijo que mudase el nombre de Teodosia en Teodoro, que diesen luego la vuelta a Salamanca los dos juntos a buscar a Marco Antonio, puesto que él imaginaba que no estaba en ella, porque siendo su camarada, le hubiera hablado, aunque podía ser que el agravio que le había hecho le enmudeciese y le quitase la gana de verle. Remitióse a nuevo Teodoro a lo