Página:Novelas ejemplares - Tomo II (1919).pdf/83

Esta página no ha sido corregida
83
 

gracia y se confirmó nuestra desventura; y fuera mayor si los cosarios no hubieran tomado aquella nave portuguesa, que los entretuvo, hasta haber sucedido lo que él había visto.

Preguntóle Ricaredo cómo se llamaba su hija.

Respondióle que Isabel. Con esto acabó de confirmarse Ricaredo en lo que ya había sospechado, que era que el que se lo contaba era el padre de su querida Isabela; y sin darle algunas nuevas della, le dijo que de muy buena gana llevaría a él y a su mujer a Londres, donde podría ser hallasen nuevas de las que deseaban: hízolos pasar luego a su capitana, poniendo marineros y guardas bastantes en la nao portuguesa. Aquella noche alzaron velas, y se dieron priesa a apartarse de las costas de España, porque el navío de los cautivos libres entre los cuales también iban hasta veinte turcos, a quien también Ricaredo dió libertad, por mostrar que más por su buena condición y generoso ánimo se mostraba liberal, que por forzarle amor que a los católicos tuviese—, rogó a los españoles que en la primera ocasión que se ofreciese, diesen entera libertad a los turcos, que ansimismo se le mostraron agradecidos.

El viento, que daba señales de ser próspero y largo, comenzó a calmar un tanto, cuya calma levantó gran tormenta de temor en los ingleses, que culpaban a Ricaredo y a su liberalidad, diciéndole que los libres podían dar aviso en España de aquel suceso, y que si acaso había galeones de armada en el puerto, podían salir en su