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muerto, y otros se alegraban con el vivo: finalmente, los unos y los otros le dieron luego la obediencia, y le aclamaron por su general con breves ceremonias, no dando lugar a otra cosa dos de los tres navíos que habían descubierto, los cuales, desviándose del grande, a las dos naves se venían.

Luego conocieron ser galeras y turquescas, por las medias lunas que en las banderas traían, de que recebió gran gusto Ricaredo, pareciéndole que aquella presa, si el cielo se la concediese, sería de consideración, sin haber ofendido a ningún católico. Las dos galeras turquescas llegaron a reconocer los navíos ingleses, los cuales no traían insignias de Inglaterra, sino de España, por desmentir a quien llegase a reconocellos, y no los tuviesen por navíos de cosarios. Creyeron los turcos ser naves derrotadas de las Indias, y que con facilidad las rendirían. Fuéronse entrando poco a poco, y de industria los dejó llegar Ricaredo hasta tenerlos a gusto de su artillería, la cual mando disparar a tan buen tiempo, que con cinco balas dió en la mitad de una de las galeras, con tanta furia, que la abrió por medio toda; dió luego a la banda, y comenzó a irse a pique sin poderse remediar. La otra galera, viendo tan mal suceso, con mucha priesa le dió cabo, y le llevó a poner debajo del costado del gran navío; pero Ricaredo que tenía los suyos prestos y ligeros, que salían y entraban como si tuvieran remos, raandando cargar de nuevo toda la artillería, los