Página:Novelas ejemplares - Tomo II (1919).pdf/69

Esta página no ha sido corregida
69
 

cho que por todas las vías que pudiese excusase el condenallos por católicos; que puesto que estaban prontos con el espíritu a recebir martirio, todavía la carne enferma rehusaba su amarga carrera. Una y muchas veces le aseguró Isabela estuviesen seguros que por su causa no sucedería lo que temían y sospechaban; porque aunque ella entonces no sabía lo que había de responder a las preguntas que en tal caso le hiciesen, tenía viva y cierta esperanza que había de responder de modo que, como otra vez había dicho, sus respuestas les sirviesen de abono.

Discurrieron aquella noche en muchas cosas, especialmente en que si la reina supiera que eran católicos, no les enviara recaudo tan manso, por donde se podía inferir que sólo quería ver a Isabela, cuya sin igual hermosura y habilidades habría llegado a sus oídos como a todos los de la ciudad; pero ya en no habérsela presentado se hallaban culpados, de la cual culpa hallaron sería bien disculparse con decir que, desde el punto que entró en su poder la escogieron y señalaron para esposa de su hijo Ricaredo; pero también en esto se culpaban, por haber hecho el casamiento sin licencia de la reina, aunque esta culpa no les pareció digna de gran castigo. Con esto se consolaron, y acordaron que Isabela no fuese vestida humildemente, como prisionera, sino como esposa, pues ya lo era de tan principal esposo como su hijo.

Resueltos en esto, otro día vistieron a Isabela