amo, de la cantidad que pueda llevar su rostro, haga cuenta que ya se la están curando —Como eso sea—respondió el galán—, de muy entera voluntad y gana pagaré la una y la otra por entero.
—No dude en esto—dijo Monipodio—más que en ser cristiano; que Chiquiznaque se la dará pintiparada, de manera, que parezca que allí se le nació.
—Pues con esa seguridad y promesa—respondió el caballero—recibase esta cadena en prendas de los veinte ducados atrasados y de cuarenta que ofrezco por la venidera cuchillada. Pesa mil reales, y podría ser que se quedase rematada, porque traigo entre ojos que serán menester otros catorce puntos antes de mucho.
Quitóse, en esto, una cadena de vueltas menudas del cuello, y diósela a Monipodio, que al color y al peso bien vió que no era de alquimia.
Monipodio la recibió con mucho contento y cortesía, porque era en extremo bien criado; la ejecución quedó a cargo de Chiquiznaque, que sólo tomó término de aquella noche. Fuése muy satisfecho el caballero, y luego Monipodio Ilamó a todos los ausentes y azorados. Bajaron todos, y poniéndose Monipodio en medio dellos, sacó un libro de memoria que traía en la capilla de la capa, y dióselo a Rinconete que leyese, porque él no sabía leer. Abrióle Rinconete, y en la primera hoja vió que decía: