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las espaldas para irse; pero Monipodio le asió de la capa de mezcla que traía puesta, diciéndole:

—Voacé se detenga, y cumpla su palabra, pues nosotros hemos cumplido la nuestra con mucha honra y con mucha ventaja: veinte ducados faltan, y no ha de salir de aquí voacé sin darlos, o prendas que lo valgan.

—Pues a esto llama vuesa merced cumplimiento de palabra—respondió el caballero: dar la cuchillada al mozo, habiéndose de dar al amo?

—¡Qué bien está en la cuenta el señor!—dijo Chiquiznaque—. Bien parece que no se acuerda de aquel refrán que dice: "Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can." —Pues en qué modo puede venir aquí a propósito ese refrán?—replicó el caballero.

—Pues no es lo mismo—prosiguió Chiquíznaque decir: "Quien mal quiere a Beltrán, mal quiere a su can?" Y así, Beltrán es el mercader, voacé le quiere mal, su lacayo es su can, y dando al can, se da a Beltrán, y la deuda queda líquida y trae aparejada ejecución: por eso no hay más sino pagar luego sin apercibimiento de remate.

—Eso juro yo bien—añadió Monipodio, y de la boca me quitaste, Chiquiznaque amigo, todo cuanto aquí has dicho; y así, voacé, señor galán, no se meta en puntillos con sus servidores y amigos, sino tome mi consejo y pague luego lo trabajado; y si fuere servido que se le dé otra al