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al cuerpo las razones que en su abono me ha dicho mi amiga la Gananciosa, y en verdad que estoy por ir a buscarle.

—Eso no harás tú por mi consejo—replicó la Gananciosa, porque se extenderá y ensanchará, y hará tretas en ti como en cuerpo muerto. Sosiégate, hermana; que antes de mucho le verás venir tan arrepentido como he dicho; y si no viniere, escribirémosle un papel en coplas, que le amargue.

Eso sí—dijo la Cariharta—: que tengo mil cosas que escribirle!

—Yo seré el secretario cuando sea menesterdijo Monipodio; y aunque no soy nada poeta, todavía, si el hombre se arremanga, se atreverá a hacer dos millares de coplas en daca las pajas; y cuando no salieren como deben, yo tengo un barbero amigo, gran poeta, que nos hinchirá las medidas a todas horas; y en la de agora acabemos lo que teníamos comenzado del almuerzo; que después todo se andará.

Fué contenta la Juliana de obedecer a su mayor, y así, todos volvieron a su gaudeamus, y en poco espacio vieron el fondo de la canasta y las heces del cuero. Los viejos bebieron sine fine; los mozos, adunia; las señoras, los quiries.

Los viejos pidieron licencia para irse; diósela luego Monipodio, encargándoles viniesen a dar noticia con toda puntualidad de todo aquello que viesen ser útil y conveniente a la comunidad.

Respondieron que ellos se lo tenían bien en cui-