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harta malaventura lleva! ¡Allá se lo haya; castiguele su pecado!" Son también bienhechoras nuestras las socorridas que de su sudor nos socorren, ansí en la trena como en las guras; y también los son nuestros padres y madres, que nos echan al mundo, y el escribano, que si anda de buena no hay delito que sea culpa, ni culpa a quien se dé mucha pena; y por todos estos que he dicho hace nuestra hermandad cada año su adversario con la mayor popa y soledad que podemos.

—Por cierto—dijo Rinconete—ya confirmado con este nombre que es obra digna de altísimo y profundísimo ingenio que hemos oído decir que vuesa merced, señor Monipodio, tiene. Pero nuestros padres aún gozan de la vida; si en ella les alcanzáremos, daremos luego noticia a esta felicísima y abogada confraternidad, para que por sus almas se les haga ese naufragio o tormenta, o ese adversario que vuesa merced dice, con la solenidad y pompa acostumbrada, si ya no es que se hace mejor con popa y soledad, como también apuntó vuesa merced en sus razones.

—Así se hará, o no quedará de mí pedazo—replicó Monipodio.

Y llamando a la gufa, le dijo:

—Ven acá, Ganchuelo: ¿están puestas las postas?

—Sí—dijo la gufa, que Ganchuelo era su nombre: tres centinelas quedan avizorando, y no hay que temer que nos cojan de sobresalto.

—Volviendo, pues, a nuestro propósito—dijo