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se le despidió un enfermo por curarse con otro, y el primero, de allí a cuatro días, acertó a pasar por la botica donde receptaba el segundo, y preguntó al boticario que cómo le iba al enfermo que él había dejado, y que si le había receptado alguna purga el otro médico. El boticario le respondió que allí tenía una recepta de purga, que el día siguiente había de tomar el enfermo; dijo que se la mostrase, y vió que al fin della estaba escrito: Sumat diluculo, y dijo: "Todo lo que lleva esta purga me contenta, sino es este dilúculo, porque es húmido demasiadamente." Por estas y otras cosas que decía de todos los oficios, se andaban tras él, sin hacerle mal, y sin dejarle sosegar; pero, con todo esto, no se pudiera defender de los muchachos si su guardián no le defendiera. Preguntóle uno qué haría para no tener envidia a nadie. Respondióle:

—Duerme; que todo el tiempo que durmieres serás igual al que envidias.

Otro le preguntó qué remedio tendría para salir con una comisión, que había dos años que la pretendía. Y díjole:

—Partea caballo y a la mira de quien la lleva, y acompáñale hasta salir de la ciudad, y así saldrás con ella.

Pasó acaso una vez por delante donde él estaba un juez de comisión, que iba de camino a una causa criminal, y llevaba mucha gente consigo y dos alguaciles; preguntó quién era, y como se lo dijeron, dijo: