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Hasta ahora no he sido tan necio, ni tan venturoso.

—No entiendo eso de necio y venturoso dijo el estudiante.

Y respondió Vidriera:

—No he sido tan necio, que diese en poeta malo, ni tan venturoso, que haya merecido serlo bueno.

Preguntóle otro estudiante que en qué estimación tenía a los poetas. Respondió que a la ciencia, en mucha; pero que a los poetas, en ninguna. Replicáronle que por qué decía aquello. Respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número; y así, como si no hubiese poetas, no los estimaba; pero que admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía, porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla. Añadió más:

—Yo bien sé en lo que se debe estimar un buen poeta, porque se me acuerda de aquellos versos de Ovidio que dicen:

Cura ducum fuerunt olim regumque poetac:

Praemiaque antiqui magna tulere chari.

Sanctaque majestas, et erat venerabile nomen Vatibus, et largae saepe dabantur opes.

Y menos se me olvida la alta calidad de los poetas, pues los llama Platón intérpretes de los dioses, y dellos dice Ovidio:

Est Deus in nobis, agitante calescimus illo,