Página:Novelas ejemplares - Tomo II (1919).pdf/112

Esta página no ha sido corregida
112
 

de tu partida; pues este mismo Guillarte, a cabo de diez y seis meses que no habíamos sabido de mi hijo, entró ayer por nuestra puerta con nuevas que el conde Arnesto había muerto a traición en Francia a Ricaredo. Considera, hija, cuál quedaríamos su padre y yo, y su esposa con tales nuevas; tales digo, que aun no nos dejaron poner en duda nuestra desventura. Lo que Clotaldo y yo te rogamos otra vez, hija de mi alma, es que encomiendes muy de veras a Dios la de Ricaredo, que bien merece este beneficio el que tanto te quiso como tú sabes; también pedirás a Nuestro Sefior nos dé a nosotros paciencia y buena muerte, a quien nosotros también pediremos y suplicaremos te dé a ti y a tus padres largos años de vida." Por la letra y por la firma no le quedó que dudar a Isabela para no creer la muerte de su esposo; conocía muy bien al paje Guillarte, y sabía que era verdadero, y que de suyo no habría querido ni tenía para qué fingir aquella muerte, ni menos su madre, la señora Catalina, la habría fingido, por no importarle nada enviarle nuevas de tanta tristeza; finalmente, ningún discurso que hizo, ninguna cosa que imaginó le pudo quitar del pensamiento no ser verdadera la nueva de su desventura. Acabada de leer la carta, sin derramar lágrimas, ni dar señales de doloroso sentimiento, con sesgo rostro y al parecer con sosegado pecho se levantó de un estrado donde estaba sentada, y se entró en un oratorio, y hincándose de rodillas ante la imagen de un devoto crucifijo, hizo voto