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y carta de aviso, no podía dar el dinero; pero que por momentos aguardaba el aviso.

Los padres de Isabela alquilaron una casa principal frontero de Santa Paula, por ocasión que estaba monja en aquel santo monasterio una sobrina suya, única y extremada en la voz; y así por tenerlas cerca, como por haber dicho Isabela a Ricaredo que si viniese a buscarla la hallaría en Sevilla, y le diría su casa su prima la monja de Santa Paula, y que para conocella no había menester más de preguntar por la monja que tenía la mejor voz en el monasterio, porque estas señas no se le podían olvidar. Otros cuarenta días tardaron de venir los avisos de París; y a dos que llegaron el mercader francés entregó los diez mil ducados a Isabela, y ella a sus padres, y con ellos, y con algunos más que hicieron vendiendo algunas de las muchas joyas de Isabela, volvió su padre a ejercitar su oficio de mercader, no sin admiración de los que sabían sus grandes pérdidas. En fin, en pocos meses fué restaurando su perdido crédito, y la belleza de Isabela volvió a su ser primero, de tal manera que en hablando de hermosas, todos daban el lauro a la Española inglesa, que tanto por este nombre, como por su hermosura, era de toda la ciudad conocida. Por la orden del mercader francés de Sevilla escribieron Isabela y sus padres a la reina de Inglaterra su llegada, con los agradecimientos y sumisiones que requerían las muchas mercedes della recebidas; asimismo escribieron a Clotaldo