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pasada de Isabela; a la cual pensaban enviar a España con sus padres, dándoles tanto haber y riquezas que recompensasen sus pasadas pérdidas.

No pasó mes y medio, cuando sin sabiduría de Ricaredo, la nueva esposa se le entró por las puertas, acompañada como quien ella era, y tan hermosa que después de la Isabela, que solía ser, no había otra tan bella en todo Londres. Sobresaltóse Ricaredo con la improvisa vista de la doncella, y temió que el sobresalto de su venida había de acabar la vida a Isabela; y así para tem.plar este temor se fué al lecho donde Isabela estaba, y hallóla en compañía de sus padres, delante de los cuales dijo:

—Isabela de mi alma, mis padres con el grande amor que me tienen, aun no bien enterados del mucho que yo te tengo, han traído a casa una doncella escocesa, con quien ellos tenían concertado de casarme antes que yo conociese lo que vales; y esto a lo que creo con intención que la mucha belleza desta doncella borre de mi alma la tuya, que en ella estampada tengo; yo, Isabela, desde el punto que te quise, fué con otro amor de aquel que tiene su fin y paradero en el cumplimiento del sensual apetito; que puesto que tu corporal hermosura me cautivó los sentidos, tus infinitas virtudes me aprisionaron el alma, de manera que si hermosa te quise, fea te adoro, y para confirmar esta verdad, dame esa mano; y dándole ella la derecha y asiéndola él con la suya, prosiguió diciendo: