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ZADIG,

trangeros, que en sus viages freqüentes al seno Arábigo habian aprendido el suficiente árabe para darse á entender. El Egipcío no cabia en sí de enojo. ¡Qué abominable pais es Basora! mil onzas de oro no me han querido dar sobre la alhaja mas preciosa del mundo. ¿Cómo así? dixo Setoc; ¿sobre qué alhaja? Sobre el cuerpo de mi tia, respondió el Egipcio, la mas honrada muger de Egipto, que siempre me acompañaba, y se ha muerto en el camino; he hecho de ella una de las mas hermosas mómias que pueden verse, y en mi tierra encontraria todo quanto dinero pidiese sobre esta prenda. Buena cosa es que no me quieran dar siquiera mil onzas de oro, empeñando un efecto de tanto precio. Lleno de furor todavía iba á comerse la pechuga de un excelente pollo guisado, quando cogiéndole el Indio de la mano, le dixo en tono compungido: Ha ¿qué vais á hacer? A comer de ese pollo, le respondió el hombre de la mómia. No hagáis tal, replicó el Gangarida, que pudiera ser que hubiese pasado el alma de la difunta al cuerpo de este pollo, y no os habeis de aventurar á comeros á vuestra tia. Guisar los pollos es un agravio manifiesto contra la naturaleza. ¿Qué nos traeis aquí con vuestra naturaleza, y vuestros pollos? repuso el iracundo Egipcio: nosotros adoramos un buey, y comemos vaca. ¡Un buey adorais! ¿es posible? dixo el hombre del Ganges. ¿Y cómo si es posible? continuó el otro: ciento treinta y cinco mil años ha que así