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HISTORIA ORIENTAL.

los reiterados perdones que le pedia la dama, coligió que él era zeloso y ella infiel; pero habiendo contemplado á la muger, que era una beldad peregrina, y que ademas se parecia algo á la desventurada Astarte, se sintió movido de compasion en favor de ella, y de horror contra el Egipcio. Socorredme, exclamó la dama á Zadig entre sollozos, y sacadme de poder del mas inhumano de los mortales; libradme la vida. Oyendo estas voces, fué Zadig á interponerse entre ella y este cruel. Entendia algo la lengua egipcia, y le dixo en este idioma: Si teneis humanidad, ruégoos que respeteis la flaqueza y la hermosura. ¿Cómo agraviáis un dechado de perfecciones de la naturaleza, postrado á vuestras plantas, sin mas defensa que sus lágrimas? Ha, ha, le dixo el hombre colérico: ¿con que tambien tú la quieres? pues en tí me voy á vengar. Dichas estas razones, dexa á la dama que tenia asida por los cabellos, y cogiendo la lanza va á pasársela por el pecho al extrangero. Este que estaba sosegado paró con facilidad el encuentro de aquel frenético, agarrando la lanza por junto al hierro de que estaba armada. Forcejando uno por retirarla, y otro por quitársela, se hizo pedazos. Saca entónces el Egipcio su espada, ármase Zadig con la suya, y se embisten uno y otro. Da aquel mil precipitados golpes; páralos este con maña: y la dama sentada sobre el césped los mira, y compone su vestido y su tocado. Era el Egipcio