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HISTORIA ORIENTAL.

Todas las hermosas damas de Babilonia aplaudiéron esta eleccion, porque nunca habia habido ministro tan mozo desde la fundacion del imperio: todos los palaciegos la sintiéron; al envidioso le dió un vómito de sangre, y se le hincháron extraordinariamente las narices. Dió Zadig las gracias al rey y á la reyna, y fué luego á dárselas al loro. Precioso páxaro, le dixo, tú has sido quien me has librado la vida, y quien me has hecho primer ministro. Mucho mal me habian hecho la perra y el caballo de sus magestades, pero tú me has hecho mucho bien. ¡En qué cosas estriba la suerte de los humanos! Pero puede ser que mi dicha se desvanezca dentro de pocos instantes. El loro respondió: ántes. Dió golpe á Zadig esta palabra; puesto que á fuer de buen físico que no creía que fuesen los loros profetas, se sosegó luego, y empezó á servir su cargo lo mejor que supo.

Hizo que á todo el mundo alcanzara el sagrado poder de las leyes, y que á ninguno abrumara el peso de su dignidad. No impidió la libertad de votos en el divan, y cada visir podia, sin disgustarle, exponer su dictámen. Quando fallaba de un asunto, la ley, no él, era quien fallaba; pero quando esta era muy severa, la suavízaba; y quando faltaba ley, la hacia su equidad tal, que se hubiera podido atribuir á Zoroastro. El fué quien dexó vinculado en las naciones el gran principio de que vale mas libertar un reo, que condenar un