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Ó EL OPTIMISMO.

garos: aquí, unos ancianos acribillados de heridas contemplaban exhalar el alma á sus esposas degolladas; mas allá, daban el postrer suspiro vírgenes pasadas á cuchillo despues de haber saciado los deseos naturales de algunos héroes; otras medio tostadas clamaban por que las acabaran de matar; la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernas cortadas.

Huyóse á toda priesa Candido á otra aldea que pertenecia á los Bulgaros, y que habia sido igualmente tratada por los héroes abaros. Al fin caminando sin cesar por cima de miembros palpitantes, ó atravesando ruinas, salió al cabo fuera del teatro de la guerra, con algunas cortas provisiones en la mochila, y sin olvidarse un punto de su Cunegunda. Al llegar á Holanda se le acabáron las provisiones; mas habiendo oido decir que la gente era muy rica en este pais, y que eran cristianos, no le quedó duda de que le darian tan buen trato como el que en la quinta del señor baron le habian dado, ántes de haberle echado á patadas á causa de los buenos ojos de Cunegunda la baronesita.

Pidió limosna á muchos sugetos graves que todos le dixéron que si seguia en aquel oficio, le encerrarian en una casa de correccion, para enseñarle á vivir sin trabajar. Dirigióse luego á un hombre que acababa de hablar una hora seguida en una crecida asamblea sobre la caridad, y el orador, mirándole de reojo, le dixo: ¿A qué vienes aquí? ¿estás por la buena causa?