Causóme lástima de veras el estado de este buen hombre, que no habia otro de mas razon, ni mas ingenuo; y me convencí de que eso mas era desdichado que mas entendimiento tenia, y era mas sensible.
Aquel mismo dia visité á la vieja vecina suya, y le pregunté si se habia apesadumbrado alguna vez por no saber qué era su alma; y ni siquiera entendió mi pregunta. Ni un instante en toda su vida habia reflexîonado en uno de los puntos que tanto atormentaban al brama; creía con toda su alma en las transformaciones de Visnú, y se tenia por la mas dichosa muger, con tal que de quando en quando tuviese agua del Ganges para bañarse.
Atónito de la felicidad de esta pobre muger, me volví á ver con mi filósofo, y le dixe: ¿No teneis vergüenza de vuestra desdicha, quando á la puerta de vuestra casa hay una vieja autómata que en nada piensa, y vive contentísima? Razon teneis, me respondió; y cien veces he dicho para mí, que seria muy feliz si fuera tan tonto como mi vecina, mas no quiero gozar semejante felicidad.
Mas golpe me dió esta respuesta del brama, que todo quanto primero me habia dicho; y exâminándome á mí propio, ví que efectivamente no quisiera yo ser feliz á trueque de ser un majadero. Propuse el caso á varios filósofos, y todos fuéron de mi parecer. No obstante, decia yo entre mí, rara contradiccion es pensar