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JOSÉ RIZAL

que venía cargado de leña. La calle estaba muy encharcada y solamente en la orilla había un estrecho paso transitable para una persona. Dicen que el alférez, en vez de detener su caballo, picó espuelas, gritando al hombre que retrocediese: éste parece que tenía pocas ganas de desandar lo andado, por la carga que llevaba sobre el hombro, ó no quería hundirse en el charco y siguió adelante. El alférez, irritado, le quiso atropellar, pero el hombre cogió un trozo de leña, dió al animal en la cabeza con tal fuerza, que el caballo cay6, depositando al jinete en el lodazal. Dicen también que el hombre siguió tranquilo su camino, sin hacer caso de las cinco balas que desde el charco le envió una tras otra el alférez, ciego de furia y de lodo. Como el hombre era enteramente desconocido para él, se supuso que sería el célebre Elfas, lle vincia hacía algunos meses, sin saberse de dónde, y que se ha dado á conocer á los guardias civiles de algunos pueblos por hechos parecidos.

—Es un tulisán?-preguntó Victoria estremeciéndose.

—No lo creo, porque dicen que se ha batido una vez contra los tulisanes al querer éstos saquear á la prouna casa.

—No tiene cara de malhechor!-añadió Sinang.

—No, sólo que su mirada es muy triste: no le he visto sonreir en toda la mañana-repuso pensativa María Clara.

Así pasó la tarde, hasta que llegó la hora de volver al pueblo.