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NOLI ME TÁNGERE

silio, el padre de Sinang, antiguo adversario de don Rafael Ibarra.

El cura fué recibido con respeto y deferencia por todos, incluso el alférez.

—Pero ¿de dónde viene vuestra reverencia?- preguntóle éste al ver su cara llena de rasguños y su hábito cubierto de hojas y pedazos de ramas secas.-Se ha caído vuestra reverencia? ¡No, me he extraviado!-contestó el padre Salví, bajando los ojos para examinar su traje.

Se abrían frascos de limonadas, se partían cocos verdes para que los que salían del bafño bebiesen su agua fresca y comiesen su tierna carne, más blanca que la leche; las jóvenes recibían además un rosario de sampagas, rosas é ilang ilang, con las cuales adornaban la suelta cabellera. Sentábange ó recostábanse en las hamacas, suspendidas de las ramas, ó entreteníanse jugando alrededor de una ancha piedra, sobre la cual veíanse naipes y tableros.

Enseñáronle al cura el caimán, pero el padre Salvi sólo prestó atención cuando le dijeron que aquella ancha herida la habia hecho Ibarra.

El piloto había desapareeido antes de la llegada del alférez.

Al fin salió María Clara del baño, acompañada de sus amigas, fresca como una rosa.

Su primera sonrisa fué para Crisóstomo, y la primera nube de su frente para el padre Salví.

Este lo notó y lanzó un suspiro.

Llegó la hora de comer. El cura, el coadjutor, el alférez, el gobernadorcillo y algunos capitanes más, con el teniente mayor, sentáronse en una mesa que presidía Ibarra. Las madres no permitieron que ningún hombre comiese en la mesa de las jóvenes.