Página:Noli me tángere (José Rizal).pdf/84

Esta página no ha sido corregida
82
JOSÉ RIZAL

El padre Salví ocultóse detrás del grueso tronco de un árbol y púsose á escuchar.

—¿ Es decir, que quieres hacer con él lo que contigo hace el cura, que te vigila en todas partes?

—contestó otra voz femenil.-¡Ten cuidado, que los celos hacen enflaquecer y atormentan de un modo horrible!

—¡No son celos, es pura curiosidad! El padre Salví vió desde su escondite á María Clara, á Victoria y á Sinang, recorriendo el río.

Las tres caminaban con la vista fija en las aguas, buscando el misterioso nido que hacía invisibles á las personas, Iban mojadas hasta la rodilla, dejando adivinar los anchos pliegues de sus sayas de baño, las graciosas líneas de sus piernas. Llevaban la cabellera suelta y los brazos desnudos.

Las tres jóvenes, á la vez que buscaban un imposible, recogian flores y legumbres que crecían á la orilla.

Tras un recodo del riachuelo, entre espesos caña verales, desaparecieron las tres muchachas y dejaron de oirse sus crueles ilusiones. Ebrio, vacilante, cubierio de sudor, salió el padre Salví de su escondite y miró en torno suyo con ojos extraviados. Dió algunos pasos como si tratase de seguir á las jóvenes, pero luego dirigióse por la orilla en busca del resto de la comitiva.

Vió un puente de caña y á lo lejos á los hombres bañándose, mientras una multitud de criados y criadas bullfan alrededor de improvisados kalanes, atareados en desplumar gallinas y lavar el arroz. Y en la orilla opuesta, bajo un techo de lona colgado de los árboles, muchos hombres y mujeres reunidos. Estaban alli el alférez, el coadjutor, el gobernadorcillo, el maestro de escuela y algunos capitanes y tenientes pasados, como el capitán Ba-