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JOSÉ RIZAL

Acerca de éste existen extrañas leyendas, pero la más verosimil es la siguiente: Cuando el pueblo era toda via un montón de miserables chozas de caña y nipa, rodeadas de cocoteros, plátanos y palmeras, y los jabalfes y venados Ilegaban hasta las puertas de sus rústicas viviendas, presentóse un día un viejo español, de ojos profundos, que hablaba bastante bien el tagalo.

Después de visitar y recorrer los terrenos en varios sentidos, preguntó por los propietarios del bosque, donde había aguas termales. Presentáronse algunos que pretendían serlo, y el viejo lo adquirió en cambio de ropas, alhajas y algún dinero. Después, sin saberse cómo, desapareció. La gente le creía ya encantado, cuando un olor fétido, que partía del vecino bosque, llamó la atención de unos pastores; rastreáronlo y encontraron al viejo en estado de putrefacción, colgado de la rama de un baliti. En vida ya daba miedo por su voz cavernoga, sus ojos hundidos y melancolica sonrisa; ahora, muerto, producía verdadero espanto. Algunos tiraron las alhajas al río y quemaron la ropa, y desde que apareció el cadá ver y fué enterrado al pie mismo del baliti, ya no hubo persona que por allí se quisiese aventurar. Un pastor, que buscaba á sus animales, contó haber visto luces; otros aseguraban haber oído lamentos.

Pasaron meses y vino un joven mestizo español, que dijo ser hijo del difunto, y se estableció en aquel rincón, dedicándose á la agricultura, sobre todo á la siembra del añil. Don Saturnino era un joven taciturno y de un carácter violento y cruel; la única buena cualidad que poseía era el amor al trabajo. Rodeó de un muro la tumba de su padre é iba á visitarla de tiempo en tiempo. Pasados algunos años, casóse con una joven de Manila, de