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NOLI ME TÁNGERE

dome Cloe; para ti hiciste otra de enredaderas.

Pero tu madre cogió mi corona y la machacó con una piedra mezclándola con el agua con que nos iba á lavar la cabeza; se te saltaron las lágrimas y dijiste que ella no entendía de mitología:-e¡Tonto! contestó tu madre,-verás qué bien olerán después vuestros cabellos.» Yo me reí, te ofendiste, no me quisiste hablar y el resto del día te mostraste tan serio, que á mi vez tuve ganas de llorar. De vuelta al pueblo, cogí hojas de salvia que crecía á orillas del camino y te las di. Tampoco entonces quisiste hacer las paces.

Ibarra se sonrió de felicidad, abrió su cartéra y sacó un papel, dentro del cual había en vueltas unas hojas negruzcas, secas y aromáticas.

—¡Aquí tienes tus hojas de salvia! Ella, á su vez, sacó rápidamente de su seno una bolsita de raso blanco.

—¡Aquí tienes tu primera carta! ¡Ya ves que yo también sé conservar las cosas! Los jóvenes continuaron charlando largo rato.

Luego se despidieron. Dentro de algunos difas se volverían á ver. El tenía ahora un sagrado deber que camplir. Debía ir á visitar la sepultura de su desgraciado padre y á enterarse del estado de su hacienda.

Algunos minutos después, el joven bajaba las escaleras acompañado de Capitán Tiago y de la tía Isabel, mientras Clara le veía partir con los ojos llenos de lágrimas.

Haga usted el favor de decir á Andeng que prepare nuestra casa, pues dentro de unos días irán María é Isabel. ¡Buen viaje! El coche de Ibarra partió á escape hacia la plaza de San Gabriel.

—Anda, enciende dos velas-dijo Capitán Tia-