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NOLI ME TÁNGERE

da cabellera tendida sobre la espalda como un manto sedeño, y de gentes de color, en cuyas almas sencillas existía siempre, á pesar del fraile egoísta y el soldado cruel, la sana alegría de los pueblos primitivos, á quienes la Naturaleza ha dotado de una riqueza inagotable que les ahorra innumerables congojas y cuidados.

Pasaban por su lado las mujeres indias con paso cadencioso arrastrando las chinelas de seda y terciopelo bordadas de oro y luciendo vistosas faldas de colores de largas colas, con las cuales barrían el suelo, ó sujetas á la cintura para caminar más libremente. ¡También ellas tenían su belleza! Y al pasar le envolvían con una ráfaga voluptuosa y ardiente. A través de las camisas de piña transparentes veía las carnes morenas y aterciopeladas y los fecundos pechos. No había nada postizo, ni engaño, ni compostura.

Pasaban también los hombres con la camisa blanca y brillante como un espejo y los faldones por fuera. Y los chinos, de ojos oblicuos y aspecto femenil, temerosos y astutos, ofrecían singular contraste con los españoles, ataviados con biancos trajes á la inglesa, altaneros é insolentes, como señores de un país conquistado.

Entre tanto rostro moreno aparecían de cuando en cuando un rojo semblante y unos mostachos rubios. Eran los verdaderos amos, los alemanes é ingleses, que lo escudriñaban y lo acaparaban todo, y mientras los españoles pasaban el tiempo en procesiones y fiestas, ellos se hacían dueños de inmensos tesoros.

De pronto notó Ibarra que la multitud se detenía, como si todos los transeuntes obedeciesen á un resorte. Las elegantes victorias de charol reluciente, donde iban muellemente reclinadas, llenas de