Las formas de la embarcación se hacian más claras y perceptibles.
—Se pone entre la orilla y nosotros!-observó Elfas inquieto.
Y varió poco á poco la dirección de su banca, remando hacia Binangonan. Con gran estupor notó que la falúa cambiaba también de dirección, mientras una voz le llamaba.
Elías detúvose y reflexionó. La orilla estaba aún lejos y pronto se encontrarían al alcance de los fusiles de la falúa. Pensố volver al Pasig. Pero otra banca venía en aquella direeción, ocupada por algunos guardias civiles, cuyos capacetes y bayonetas brillaban á los primeros rayos del sol.
La banca se deslizaba rápidamente; Elias vió sobre la falúa que viraba algunos hombres de pie haciéndole señas.
—Sabéis guiar?-preguntó á Ibarra.
Si; ¿por qué?
—Porque estamos perdidos si no salto al agua y les hago perder la pista. Ellos me persiguirán; yo nado y buceo bien... les alejaré de vos y de este modo podréis salvaros.
—No, quédate y vendamos caras nuestras vidas! Oómo, señor, si no tenemos armas? Con sus fusiles nos matarán como á unos pajaritos. ¡Salvaos, señor! Elías se quitó precipitadamente la camisa. En aquel momento sonaron dos detonaciones. Sin turbarse estrechó la mano de Ibarra, que continuaba tendido en el fondo de la banca, y luego saltó al agua, empujando con el pie la pequeña embarcación.
A alguna distancia apareció la cabeza del piloto, como para respirar, ocultándose al instante debajo del agua.