—¡Otro! ¡El último! ¡En la boca! Fué un beso largo, silencioso, de amarga voluptuosidad.
Ibarra hubiera querido morir en aquel instante.
María Clara se desprendió de sus brazos, aco; metida de súbito terror.
—Huye! Huye! ¡Que pueden venir á prenderte!...
En aquel instante Elías, que se había quedado en la banca, lanzaba un silbido.
El joven se tambaleó como un borracho. Hizo un supremo esfuerzo, y con un gesto desesperado exclamó: -¡Adiós! ¡Adiós para siempre!...
Saltó otra vez el muro y entró en la banca. María Clara permaneció apoyada sobre el antepecho de la azotea hasta que la ligera embarcación se perdió de vista.
Cuando ya no vió nada, lanzó un grito y cayódesmayada, envuelta en su espléndida caballera, que ahora semejaba el negro manto de la viudez...
XXXIII
La caza en el lago
—Ofd, señor, el plan que he meditado-dijo Elfas pensativo, mientras se dirigían á San Gabriel.-Os ocultaré ahora en casa de un amigo mío,