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NOLI ME TÁNGERE

—Nada tengo que hacer ya en él; voy á fijarme para siempre en Manila... y usted?

—Dejo también el pueblo-contestó estirándose;-el gobierno me necesita para que con una columna volante desinfecte las provincias de filibusteros y tulisanes.

Fray Sibyla le miró rápidamente de pies á cabeza y le volvió las espaldas despreciativamente.

—Se sabe ya de cierto qué va á ser del cabeeilla Ibarra?-preguntó un empleado.

—Lo más probable y más justo es que sea ahorcado como los del 72.

—Va desterrado!-dijo secamente el viejo Guevara.

—¡Desterrado! Nada más que desterrado? ¡Pero será un destierro perpetuo!-exclamaron varios á la vez.

—Si ese joven-prosiguió el teniente Guevara en voz alta y severa-hubiese sido más preca vido, sihubiera confiado menos en ciertas personas, otra habría sido su suerte...

Esta declaración del viejo teniente y el tono de su voz produjeron una gran sorpresa en el auditorio, que no supo qué decir. El padre Salví volvió la cabeza, quizás para no ver la mirada sombría que le dirigía el anciano.

Durante la comida, en la cual Capitán Tiago se mostró tan espléndido como siempre, el joven Linares, que actuaba ya de futuro yerno, no cesó de abrumar á obsequios á la pobre María Clara.

Las españolas se atiborraban como energúmenos, y entablaban íntimos coloquios con los rolli- ZO8 frailes.

Los cachazudos marinos hacían entretanto la vista gorda y procuraban consolarse de las peque-