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NOLI ME TÁNGERE

Debía librarse una verdadera batalla á juzgar por las repetidas detonaciones.

Ibarra, al oirlas, salió del aletargamiento en que se encontraba. Hacía do8 ó tres horas que estaba sin saber qué resolución tomar. Había roto cartas y papeles maquinalmente, y cansado al fin de aque- Ila tarea, quedóse aniquilado y sin voluntad. Pensó en la fatalidad y en el destino irremediable. Un hado cruel le perseguía desde que había venido al mundo. ¡Hasta la riqueza era para él causa de desdichas y quebrantos! Si en vez de criarse en la opulencia hubiese nacido pobre, quizás fuese máa feliz. No codiciarían entonces su oro y nadie le tendría envidia, Sería un ignorante como la mayoría de sus paisanos y sufriría como ellos, resignado, sin que en su alma se despertasen anhelos de libertad y de justicia.

Poco á poco le acudían á la mente todos los recuerdos de su vida. Recordaba, sobre todo, los días felices de su infancia pasados en compañía de María Clara, á la que había amado siempre. Y volvía á ver la muchacha morena de ardientes ojos negros y abundante cabellera de ébano, para la cual tejía coronas de azahar y olorosas sampagas, cuando se bañaban en el lago y paseaban los dias enteros correteando por el bosque. ¡Luego sobrevino la dolorosa separación! Su padre quería hacer de él un hombre instruído y lo envió á Europa. Su alma de adolescente sintió entonces emociones indecibles. Cruzó mares de esmeralda y contempló desde la toldilla del vapor países de ensueño. Experimentó en aquel tiempo la sensación dulcísima del pajarillo que por primera vez extiende las alas y se pierde en el cielo azul. El espectáculo del mundo aumentó su ingénita bondad. Ante su vista desplegáronse nuevos y dilatados horizontes. Al princi-