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NOLI ME TÁNGERE

XXIV

El derecho y la fuerza

Serían las diez de la noche. Los últimos cohetes subían perezosamente por el cielo obscuro, donde brillaban cual nuevos astros algunos globos de papel, elevados hacía poco tiempo, Algunos, adornados de fuegos artificiales, se habían incendiado, amenazando las casas todas; por esto veíase algunos hombres sobre los caballetes de los tejados, armados de una larga caña con un trapo á la punta y provistos de un cubo de agua. Sus negras siluetas destacábanse en la vaga claridad del aire y parecían fantasmas descendidos de los espacios para presenciar los regocijos de los hombres.

Habíanse quemado también multitud de ruedas, castillos, toroa ó carabaos de fuego, y un gran volcán, que había superado en hermosura y grandiosidad á cuanto hasta entonces habian visto los habitantes de San Diego.

Ahora se dirige la gente hacia la plaza del pueblo para asistir por última vez al teatro. Acá y allá se ven luces de bengala, alumbrando fantásticamente los alegres grupos. El gran tablado está espléndidamente iluminado: miles de luces rodean los puntales y penden del techo.