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JOSÉ RIZAL

más expresivas gracias y la proponga para una recompensa...

—Señor!...-contestó temblorosa María Clara.

S. E. adivinó lo que ella quería decir, y repuso: -Está muy bien, señorita, que usted se contente con su conciencia y con la estimación de sus conciudadanos. A fe que es el mejor premio, y nosotros no debíamos pedir más. Pero no me prive usted de una hermosa ocasión para hacer ver que si la justicia sabe castigar, también sabe premiar, y que no siempre es ciega.

El señor don Juan Crisóstomo Ibarra aguarda las órdenes de V. E.-dijo en voz alta un ayudante.

María Clara se estremeció.

—¡Ah!-exclamó el general.-Permítame usted, señorita, que le exprese el deseo de volverla á ver antes de dejar este pueblo. Señor alcalde, V. S. me acompañará durante el paseo que quiero hacer á pie después de la conferencia que tendré á solas con el señor Ibarra.

—V. E. nos permitirá que le advirtamos-dijo el padre Salví humildemente-que el señor Ibarra está excomulgado...

S E. le interrumpió diciendo: -Me alegro mucho no tener que deplorar más que una ligera indisposición del padre Dámaso, á quien deseo sinceramente una curación completa, porque á su edad un viaje á España por motivos de salud no debe ser muy agradable. Pero esto depende de él... y entretanto, 1que Dios conserve la salud á vuestras reverencias! Unos y otros se retiraron.

—¡Y tanto como depende de él!-murmuró al salir el padre Salví.