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NOLI ME TÁNGERE

á todos los buenos servidores del rey y á toda per sona de educación, veníamos también en nombre del respetuoso servidor de V. E., qus tiene la desgracia...

Oh!-interrumpió el general haciendo girar una silla sobre un pie y sonriendo nerviosamente.

—Si todos mis servidores fuesen como su reverencia el padre Dámaso, me alegraría de quedarme sin ninguno.

Las reverencias adoptaron un aire compungido, comprendiendo que el general tenía malas pulgas.

—Tomen asiento vuestras reverencias!-añadió después de una breve pausa dulcificando un poco su voz.

Capitán Tiago, vestido de frac y caminando de puntillas, conducía en aquel momento de la mano á María Clara, vacilante y llena de timidez. No obstante, hizo un gracioso y ceremonios0 saludo.

—Es la señorita hija de usted?-preguntó sorprendido el general.

—Y de V. E., mi general-contestó Capitán Tiago seriamente.

El alcalde y los ayudantes abrieron los ojos, pero S. E., sin perder la gravedad, tendió la mano á la joven y le dijo afablemente: -Felices los padres que tienen hijas como usted, señorita! Me han hablado de usted con respeto y admiración... he deseado verla para darle las gracias por el hermoso acto que ha llevado á cabo este día. Estoy enterado de todo, y cuando escriba al gobierno de S. M. no olvidaré su generoso comportamiento. Entretanto permítame usted, señorita, que en nombre de S. M. el rey, que aquí represento, y que ama la paz y tranquilidad de sus fieles súbditos, y en el mío, en el de un padre que también tiene hijas de su edad de usted, le dé las