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NOLI ME TÁNGERE

con viveza y altivez Elías;-es por vos: yo no temo nada.

La sorpresa de nuestro joven se aumentó: el tono con que hablaba aquel hombre era nuevo y no parecía estar en relación ni con su estado ni con su fortuna.

—¿Qué quieres decir?

— Procuraré expresarme con claridad. Para mayor seguridad vuestra, es menester que os tengan por desprevenido y confiado vuestros enemigos.

—Mis enemigos? ¿Tengo yo enemigos?

—Todos los tenemos, señor! Ibarra miró en silencio á Elías.

—Tú no eres piloto ni campesino!-murmuró.

—Tenéis enemigos-continuó Elías sin advertir las palabras del joven;-vuestro padre y vuestro abuelo tuvieron también enemigos porque tampoco eran seres vulgares, y en la vida no son los criminales los que más odios provocan.

Conoces á mis enemigos?

—Conocí á uno, al que ha muerto-repuso.- Ayer noche descubri que algo tramaba contra vos por algunas palabras que cambió con un desconocido. «A este no le comerán los peces como á su padre: ya verás mañana»-decía.-Estas palabras lamaron mi atención, pues el que las pronunciaba hacía días se había presentado al maestro de obras con el deseo de dirigir los trabajos de la colocación de la piedra, no pidiendo gran salario y haciendo gala de grandes conocimientos. Yo no tenía motivo suficiente para creer en su mala voluntad, pero algo en mí me decía que mis presunciones eran ciertas, y por esto escogí para advertiros una ocasión en que no pudieseis hacerme preguntas.

Lo demás ya lo visteis.