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NOLI ME TÁNGERE

Fray Dámaso estaba ner vioso, había olvidado su sermón y su retórica.

—Oyes?-preguntó un joven estudiante de Manila á su compañero.-Te lo cortas?

—Ca! Que lo haga él antes!-contestó el otro señalando al predicador.

Ibarra estaba inquieto. No oía nada ni veía á María Clara, que ahora, para distraer su aburrimiento, contemplaba el cuadro de las benditas ánimas del purgatorio, almas en forma de hombres y mujeres en cueros, con mitras, capelos y tocas, asándose en el fuego y agarrándose al cordón de San Francisco, que á pesar de tanto peso no se rompía.

El espíritu santo fraile, con aquella improvisación, había perdido et hilo del sermón y saltado tres largos párrafos, apuntando mal el padre Dámaso.

Todos se arrodillaron, levantando un murmullo como el zumbido de mil moscardones. El alcalde dabló trabajosamente una rodilla, moviendo la cabeza disgustado; el alférez estaba pálido y contrito.

Entretanto el padre Dámaso, en vez de rezar el avemaría, reñía á su espíritu santo por haber saltado tres de sus mejores párrafos, y tomaba dos merengues y un vaso de Málaga, seguro de encontrar en ellos mayor inspiración que en todos los espíritus santos, ya fuesen de madera en figura de paloma, ya de carne bajo la forma de un distraído fraile. Iba á empezar con el sermón tagalo.

El padre Dámaso improvisaba en este idioma, no porque lo poseyese mejor, sino porque, teniendo á los filipinos de provincias por ignorantes en retórica, no temía cometer disparates delante de ellos.