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NOLI ME TÁNGERE

El patio de la iglesia estaba lleno de gente: hombres y mujeres, viejos y niños, vestidos con sus mejores trajes, entraban y salfan por las estrechas puertas. Olía á pólvora, á flores y á incienso; bombas, cohetes y buscapiés hacían correr y gritar á las mujeres y reir á los chiquillos. Una banda de música tocaba delante del convento: otras recorrían las calles, donde ondeaban multitud de banderas. Las campanas no cesaban de repicar; cruzábanse coches y calesas, cuyos caballo8 á veces se espantaban encabritándose y poniéndose de manos, lo cual, aunque no figuraba en el programa de la fiesta, constituía un espectáculo gratis de los más interesantes.

El Hermano Mayor de este día había en viado Bus criados á la calle para que invitasen á todo el que pasase, imitando de este modo á un personaje bíblico. Se invitaba casi á la fuerza á tomar chocolate, café y dulces.

Iba á celebrarse la misa mayor, la misa que llaman de dalmática, como la de que había hablado el corresponsal del periódico de Manila, sólo que ahora el celebrante sería el padre Salví, y entre las personas que iban á oirla estaría el alcalde de la provincia con otros muchos españoles y gente ilustrada, deseosa de escuchar el sermón del padre Dá maso.

Tal fama tenía el padre Dámaso, que ya el corresponsal había escrito de antemano al director del periódico lo siguiente: Como le había anunciado á usted en mis mal pergeñadas líneas de ayer, hemos tenido la especial dicha de oir al muy reverendo padre Dámaso Verdolagas, antiguo cura de este pueblo, trasladado hoy á otro más importante en premio de sus buenos servicios. El insigne orador sagrado ocupó la