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JOSÉ RIZAL

XVIII

La mañana

Las bandas de música tocaron diana á los primeros albores de la aurora, despertando con aires alegres á los fatigados vecinos del pueblo.

La vida y la animación renacieron, las campanas volvieron á repicar y las detonaciones comenzaron.

Era el último día de la fiesta. Se esperaba ver mucho más que el día anterior. Los hermanos de la V. O. T. eran más numerosos que los del Santísimo Rosario, y sus cofrades sonreían piadosamente, seguros de humillar á sus rivales. Habían comprado mayor número de velas. Los chinos cereros habían hecho su Agosto, y en agradecimiento, pensaban bautizarse. Algunos aseguraban, sin embargo, que no hacían esto por fe en el catolicismo, sino por el deseo de tomar mujer.

La gente engalanóse con sus mejores trajes y sacaron del fondo de las arquillas las más ricas alhajas. Hasta los tahures y jugadores lucían bordadas camisas con botones de gruesos brillantes, pesadas cadenas de oro y blancos sombreros de jipijapa.