podría hacer aparecer... y si muero , que al menos tengáis ropas tú y madre! ¡Si lo hubiese robado!
El mayor se calló y tiró de su cuerda. Después repuso suspirando:
—¡Lo que temo es que regañe madre contigo cuando lo sepa!
—¿Lo crees tú?—preguntó el pequeño sorprendido.—Tú dirás que á mí ya me han pegado mucho, yo le enseñaré mis cardenales, y mi bolsillo roto: no he tenido más que un cuarto que me dieron en la Pascua, y el cura me lo quitó ayer. No he visto otro cuarto más hermoso. ¡Madre no lo va a creer, no lo creerá!
—Si el cura lo dice...
Crispín empezó a llorar, murmurando entre sollozos :
—Entonces retírate solo, no quiero retirarme; di á madre que estoy enfermo; no quiero retirarme.
—¡Crispín , no llores!—dijo el mayor.—Madre no lo creerá ; no llores; el viejo Tasio dijo que nos espera una buena cena...
Crispín levantó la cabeza y miró a su hermano:
—¡Una buena cena! Yo todavía no he comido ; no me quieren dar de comer hasta que parezcan las dos onzas... Pero ¿si madre lo cree? Tú le dirás que el sacristán mayor miente , y el cura que le cree, también, que todos ellos mienten ; que dicen que somos ladrones porque nuestro padre es un vicioso que...
Pero una cabeza apareció saliendo del fondo de la escalerilla que conducía al piso principal, y esta cabeza, como la de Medusa, heló la palabra en los labios del niño. Era una cabeza prolongada, flaca , con largos cabellos negros; unas gafas azules le disimulaban un ojo tuerto. Era el sacristán mayor que así solía aparecer, sin ruido, sin prevenir.
Los dos hermanos se quedaron fríos.
—¡A ti, Basilio, te impongo una multa de dos reales por no tocar à compás! -dijo con voz cavernosa como si no tuviese cuerdas vocales.—Y tú , Crispín , te quedas esta noche hasta que aparezca lo que has robado.
Crispín miró a su hermano como pidiéndole amparo.
-Tenemos ya permiso... madre nos espera á las ocho, -murmuró tímidamente Basilio .