embargo de que San Gregorio lo llegó ya á admitir en su de quibusdam leribus culpis esse ante judicium purgatorius ignis credendus est [1] , nada hubo sobre ello definitivo hasta el año 1439 , esto es, ocho siglos más tarde, en que el Concilio de Florencia declaró que debía existir un fuego purificador para las almas de los que han muerto en el amor de Dios, pero sin haber satisfecho aún á la Justicia divina. Ultimamente el Concilio Tridentino, bajo Pio IV , en mil quinientos sesenta y tres, en la sesión XXV, dió el decreto del Purgatorio que empieza : Cum catholica ecclesia, Spiritu Sancto edocta etc. [2], en donde dice que los sufragios de los vivos, las oraciones, limosnas y otras obras piadosas eran los medios más eficaces de librar a las almas, si bien antepone a todo el sacrificio de la misa. Los protestantes no creen sin embargo en él , y los Padres griegos tampoco, pues echan de menos un fundamento cualquiera bíblico , y dicen que el plazo para el mérito ó desmérito termina a la muerte, y que el Quodcumque ligaberis in terra... [3] no quiere decir usque ad purgatorium , etc. [4]; pero á esto se puede contestar que estando el Purgatorio en el centro de la tierra , caía naturalmente bajo el dominio de San Pedro . Pero no acabaria si tuviese que repetir aquí todo lo que sobre el asunto se ha dicho. Un dia que queráis discutir conmigo la materia, venid á mi casa y allá abriremos volúmenes y discutiremos libre y tranquilamente. Ahora me voy : yo no sé por qué esta noche la piedad de los cristianos permite el robo, ustedes, las autoridades, lo dejan,—y yo temo por mis libros. Si me los robasen para leerlos, los dejaría, pero sé que muchos los quieren quemar para hacerme una obra de caridad ,y esta clase de caridad, digna del califa Omar, es temible. Algunos por estos libros me creen ya condenado...
—Pero ¿supongo que creerá usted en la condenación?—pregunto sonriendo Doray, que aparecía llevando en un braserillo hojas secas de palma que despedían humo fastidioso y agradable perfume.
—¡Yo no sé, señora, lo que de mí hará Dios!—respondió