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El Consejo de guerra, compuesto de jefes tímidos, ignorantes ó parciales, desestimó las pruebas aducidas por el defensor, y no reconoció no quiso reconocer, la inocencia del procesado, que desde hacia muchos años estaba materialmente imposibilitado para conspirar o preparar una revuelta, y que, en sus libros o de palabra, había demostrado el inmenso amor que sentía por España. Los futuros capitulards no podían perdonar á José Rizal.

El día 30 de Diciembre, al despuntar el alba, ofreció su vida á la patria , en aquel campo de Bagumbayan donde Burgos y sus compañeros derramaran con placer su sangre rebelde, que tan cara hemos pagado con la sangre de nuestros soldados у el dinero de nuestros mercaderes.

Noli me tángere es un libro imperfecto, muy agradable, ingenuo, romántico , notable por su valentía , en el que están retratados de cuerpo entero los hombres á quienes debemos la pérdida de todas las colonias .

Escrito para los indios que debían leerle en tagalo, ilocano y visayo, tiene la sencillez de un relato más sentimental que artístico; y su mérito consiste en haber sido publicado oportunamente, cuando era necesario que al combate precediese la advertencia, inspirada en nobles deseos y dirigida á un adversario más corajudo y más obcecado que leal.

No sabemos si la cinceridad patriótica que resplandece en la obra de Rizal desarmará á sus detractores. En todo caso conviene advertir que este libro no es para leido ante un Consejo de guerra. Contiene afirmaciones que deben ser meditadas y alusiones que no pueden ser comprendidas por la justicia militar. Acaso el españolismo de los españoles esté reñido con el de Rizal. Eso consiste en que los poetas no piensan ni sienten como los demás hombres. Si Rizal no fué español al uso, sus razones tendría para ello. ¿Acaso nosotros hemos sido filipinos más que para devastar y ensangrentar el Archipiélago?

Geógrafos eminentes creen que la dominación española ha sido más tolerable que un protectorado holandés o inglés.

En efecto, somos demasiado perezosos para ser crueles, y no sacamos la espada más que en los casos de apuro, cuando ya fuera mejor dejarla quieta al cinto. Esta indolencia es la