día de mi proposición , encargastéis á los fundidores chinos una esquila para Santa Bárbara, cuando la ciencia ha averiguado que es peligroso tocar las campanas en días de tempestad. Y decidme, ¿por qué el año 70, cuando cayó un rayo en Biñan, cayó precisamente en la torre y destrozó el reloj y un altar? ¿Qué hacia la esquila de Santa Bárbara?
En aquel momento brilló un relámpago.
—¡Jesús, María y José! ¡Santa Bárbara bendita!—murmuró el gobernadorcillo palideciendo y santiguándose.
Tasio soltó una carcajada.
—Sois dignos del nombre de vuestra patronal—dijo en castellano dándole las espaldas , y se dirigió hacia la iglesia.
Los sacristanes levantaban dentro un túmulo rodeado de cirios en candelabros de madera . Eran dos mesas grandes, puestas una encima de otra, cubiertas con lienzos negros listados de blanco, aquí y allá se veían calaveras pintadas.
—¿Es por las almas ó por las velas?—preguntó.
Y viendo à dos muchachos de diez años el uno y siete el otro, aproximadamente, se dirigió á estos sin esperar la contestación de los sacristanes.
—¿Venís conmigo, muchachos?—les preguntó—Vuestra madre os tiene preparada una cena de curas.
—El sacristán mayor no nos deja salir hasta las ocho, señor!—contestó el mayorcito.—Espero cobrar mi sueldo para dárselo á nuestra madre.
—¡Ah! ¿y á dónde vais? —A la torre, señor, para doblar por las almas. —¿Vais à la torre? Pues ¡cuidado! no os acerquéis á las campanas durante la tempestad.
Después abandonó la iglesia no sin haber seguido antes con una mirada de compasión á los dos muchachos, que subían las escaleras para dirigirse al coro.
Tasio se frotó los ojos, miró otra vez al cielo y murmuró:
—Ahora sentiría que cayesen rayos.
Y con la cabeza baja dirigióse pensativo hacia las afueras de la población.
—¡Pase usted antes!—le dijo en español una voz desde una ventana