co , pues cuentan las mujeres que el diablo anda huyendo de él , porque un día, habiéndose atrevido á tentarle, fué cogido, atado al pie del catre, azotado con el cordón , y sólo fué puesto en libertad después de nueve días.
Como es consiguiente, el que después de esto se haga todavía enemigo de un hombre como tal , llega á tener peor fama que los mismos pobres é incautos diablos, y el alférez merecía su suerte. Su señora, una vieja filipina con muchos coloretes y pinturas, llamábase doña Consolación; el marido y otras personas la llamaban de otra manera. El alférez vengaba sus desgracias matrimoniales en su propia persona emborrachándose como una cuba, mandando á sus soldados hacer ejercicios al sol, quedándose él en la sombra, ó más a menudo, sacudiendo á su señora, que, si no era un cordero de Dios para quitar los pecados de nadie, en cambio servía para ahorrarle muchas penas del Purgatorio, si acaso iba allá, lo que ponen en duda las devotas. El y ella, como bromeando, se zurraban de lo lindo y daban espectáculos gratis á los vecinos: concierto vocal é instrumental, á cuatro manos, piano, fuerte, con pedal y todo.
Cada vez que estos escándalos llegaban á oídos del P. Salvi, éste sonreía y se persignaba, rezando después un padrenuestro; llamábanle carca, hipócrita, carlistón, avaro; el P. Salvi sonreía también y rezaba más. El alférez siempre contaba a los pocos españoles que le visitaban, la anécdota siguiente:
—¿Va usted al convento à visitar el curita Moscamuerta? ¡Ojo! Si le ofrece chocolate , ¡lo cual dudo!... pero en fin si le ofrece, ponga atención. ¿Llama al criado y dice: Fulanito, haz una jícara de chocolate, ¿eh? entonces quédese, sin temor, pero si dice: Fulanito, haz una jícara de chocolate ¿ah? entonces coja usted el sombrero y márchese corriendo.
—¿Qué? —preguntaba el otro espantado— ¿da jicarazo? ¡Caramba!
—Hombre , tanto, no !
—Entonces? —Chocolate ¿eh? significa espeso , y chocolate ¿ah? aguado.
Pero creemos que esto sea calumnia del alférez , pues la