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encontraba hermoso el caballo de un deudor, media hora después lo veía en su cuadra: todo esto es verdad , pero se reían de él y le llamaban en secreto Sacristán Tiago.

¿ Acaso el gobernadorcillo?

Este era un infeliz que no mandaba, obedecía; no reñía á nadie, era reñido ; no disponía, disponían de él ; en cambio , tenía que responder al Alcalde Mayor de cuanto le habían mandado, ordenado y dispuesto como si todo hubiese salido de su cráneo , pero, sea dicho en su honor, él no ha robado ni usurpado esta dignidad: le ha costado cinco mil pesos y muchas humillaciones, y por lo que le renta, le parece muy barata.

¡Vamos ¡entonces será Dios!

¡Ah! el buen Dios no turbaba las conciencias ni el sueño de sus habitantes: por lo menos no les hacía temblar, y si les hubiesen hablado de El por casualidad en algún sermón, de seguro que habrían pensado suspirando: ¡ Si sólo hubiese un Dios! .. Del buen Señor se ocupaban poco: bastante que hacer daban los santos y las santas. Dios para aquella gente había pasado á ser como esos pobres reyes que se rodean de favoritos y favoritas: el pueblo sólo hace la corte á estos últimos.

San Diego era una especie de Roma, pero no Roma cuando el tuno de Rómulo trazaba con el arado sus murallas, ni cuando después, bañándose en sangre propia y ajena, dictaba leyes al mundo, no: era como la Roma contemporánea con la diferencia de que en vez de monumentos de mármol y coliseos, tenía monumentos de sauali [1] y gallera de nipa. El cura era el Papa en el Vaticano; el alférez de la guardia civil el Rey de Italia en el Quirinal, se entiende, todo en proporción con el sauali y la gallera de nipa. Y aquí como allá resultaban continuos disgustos, pues cada cual , queriendo ser el señor , hallaba sobrante al otro. Expliquémonos y describamos las cualidades de ambos.

Fray Bernardo Salví era aquel joven y silencioso franciscano de que ya hemos hablado antes. Por sus costumbres y modales distinguíase mucho de sus hermanos y más aun de su predecesor , el violento P. Dámaso . Era delgado, enfermizo, casi constantemente pensativo, estricto en el cumplimiento de los deberes religiosos y cuidadoso de su


  1. Es una especie de enrejado de cañas.