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Hablando con sus ayudantes de las alusiones que los periódicos de Manila le hacían bajo el nombre de cometas y apariciones celestes, uno de aquellos le refirió la cuestión del padre Dámaso con colores algo más intencionados aunque en forma más correcta.

—De quién lo supo usted ? -preguntó Su Excelencia sonriendo .

— De Laruja, que lo contaba estaba mañana en la redacción.

El Capitán General volvió a sonreír y añadió :

—¡Mujer y fraile no hacen agravio! Pienso vivir en paz el tiempo que me queda de país y no quiero más cuestiones con hombres que usan faldas. Es más; he sabido también que el provincial se ha burlado de mis órdenes; yo pedí como castigo el traslado de ese fraile; y bien, le trasladaron llevándole á otro pueblo mucho mejor: ¡frailadas, como decimos en España!

Pero cuando Su Excelencia se encontró solo, dejó de reir.

—¡Ah! ¡si el pueblo este no fuera tan estúpido , les metería en cintura á sus reverencias— suspiro . —Pero cada pueblo merece su suerte, y hagamos lo que todo el mundo.

Capitán Tiago entretanto concluyó de conferenciar con el padre Dámaso, o mejor dicho, éste con aquél. —¡Conque ya estás advertido! — decía el franciscano al despedirse. —Todo esto se hubiera podido evitar si me hubieses antes consultado, si no hubieses mentido cuando yo te lo preguntaba. ¡Procura no cometer más tonterías y fiate en su padrino!

Capitan Tiago dió dos o tres vueltas por la sala , meditabundo y suspirando de repente, como si se le hubiese ocurrido un buen pensamiento, corrió al oratorio y apagó aprisa las velas y la lámpara que había hecho encender para salvaguardia de Ibarra .

—Todavía hay tiempo y el camino es muy largo!— murmuró.


X

EL PUEBLO

Casi á orillas del lago está el pueblo de San Diego [1] en medio de campiñas y arrozales. Exporta azúcar, arroz



  1. No hemos podido encontrar ningún pueblo de este nombre, pero si muchos de estas condiciones. (Nota de la edición de Berlin) .