chinar de la seca rueda con el descomunal eje del pesado vehículo; á veces es el sonido sordo de los gastados patines o plantas de un paragos, ese trineo de Filipinas, que se arrastra penosamente sobre el polvo ó los charcos del camino. En los campos, en las tendidas eras pasta el ganado , mezclado con las blancas garzas, tranquilamente posadas sobre el lomo del buey, que rumia y saborea medio cerrando los ojos la hierba de la pradera; á lo lejos yeguadas triscan , saltan y corren , perseguidas por un potro de genio vivo, cola larga y abundantes crines: el potro relincha, y salta la tierra a los golpes de sus poderosos cascos.
Dejemos al joven viajar meditando o dormitando: la poesía melancólica ó animada del campo no llama su atención , aquel sol que hace relucir las copas de los árboles y correr á los campesinos, cuyos pies quema el candente suelo a pesar de su calzado de callos, aquel sol que detiene á la aldeana bajo la sombra de un almendro ó cañaveral y le hace pensar en cosas vagas é inexplicables, aquel sol no tiene encantos para nuestro joven.
Volvamos á Manila mientras el coche rueda tambaleándose, como un borracho, por el accidentado terreno, mientras pasa un puente de caña, sube elevada cuesta ó baja rápida pendiente .
IX
COSAS DEL PAÍS
Ibarra no se había equivocado: en aquella victoria iba en efecto el padre Dámaso y se dirigía a la casa de donde él acababa de salir. —¿A dónde os váis?— preguntó el fraile á Maria Clara y á tía Isabel que se disponían á subir en un coche con adornos de plata: padre Dámaso, en medio de su preocupación, daba ligeros golpecitos en las mejillas de la joven .
—Al Beaterio á sacar mis cosas,—contestó ella.
—¡Ahaaá! ¡aja! vamos a ver quién puede más , vamos á ver...— murmuraba distraído, dejando a las dos mujeres no poco sorprendidas. Con la cabeza baja y andar lento ganó las escaleras y subió .