daban mirando con una expresión rara á los otros transeuntes. Le parecía oír aún el ruido que hacían desmenuzando la piedra para cubrir los baches, y el sonido alegre de los pesados grillos en sus tobillos hinchados. Ibarra recordaba estremeciéndose aún una escena que había herido su imaginación de niño: era una siesta y el sol dejaba caer à plomo sus más calurosos rayos. A la sombra de un carretón de madera yacía uno de aquellos hombres, exánime , los ojos entreabiertos; otros dos, silenciosos, arreglaban una camilla de caña, sin ira, sin dolor, sin impaciencia, lo que era propio del carácter atribuído a los naturales. - Hoy tú , mañana nosotros, dirían entre sí. La gente circulaba sin cuidarse de ello , aprisa; las mujeres pasaban, lo miraban, y continuaban su camino; el espectáculo era común , había encallecido los corazones ; los coches corrían reflejando en su barnizado cuerpo los rayos de aquel sol brillante en un cielo sin nubes; á él solo, niño de once años, acabado de llegar del pueblo, le conmovía, á él sólo le dió una pesadilla la noche siguiente.
Ya no estaba el bueno y honrado Puente de Barcas, aquel puente buen filipino, que hacía todo lo posible por servir à pesar de sus naturales imperfecciones, que se elevaba y se deprimía según el capricho del Pasig y que éste más de una vez había maltratado y destrozado.
Los almendros de la plaza de San Gabriel no habían crecido , continuaban raquíticos.
La Escolta [1] le pareció menos hermosa, sin embargo, de que un gran edificio con cariátides ocupaba el sitio de los antiguos camarines El nuevo Puente de España llamó su atención ; las casas de la orilla derecha del rio entre ca ñaverales y árboles, allá donde la Escolta termina y la Isla del Romero empieza , le recordaron las frescas manañas, cuando en banca [2] pasaban por allí para ir a los baños Uuiî Uiî.
Encontraba muchos coches tirados por magníficos troncos de caballos enanos: dentro de los coches, empleados, que medio dormidos aun , se dirigían acaso á sus oficinas, militares, chinos en una postura fatua y ridícula, frailes