Página:Noli me tángere (1903).pdf/59

Esta página no ha sido corregida

ambas razas y por esto tu amor y el que profeso á mi Patria se funden en uno sólo... ¿ Podía olvidarte ? Varias veces creía escuchar los sonidos de tu piano y los acentos de tu voz, y siempre que en Alemania , á la caída de la tarde, cuando vagaba por los bosques, poblados por las fantásticas creaciones de sus poetas y las misteriosas leyendas de sus pasadas generaciones, evocaba tu nombre, creía verte en la bruma que se levanta del fondo del valle, creía oir tu voz en los susurros de las hojas; y cuando los aldeanos , volviendo del trabajo , dejaban oir desde lejos sus populares cantos, se me figuraban que harmonizaban con mis voces interiores, que cantaban para ti, y daban realidad á mis ilusiones y ensueños . A veces me perdía en los senderos de las montaña у de la noche, que allí desciende poco a poco, me encontraba aún vagando, buscando mi camino entre pinos , hayas y encinas ; entonces , si algunos rayos de luna se deslizaban por entre los claros del ramaje , me parecía verte en el seno del bosque como una vaga, enamorada sombra, oscilar entre la luz y las tinieblas de la espesura; y si acaso el ruiseñor dejaba oir sus variados trinos, creia que era porque te veía y tú le inspirabas . ¡Si he pensado en ti! ¡La fiebre de tu amor no solamente animaba á mi vista la niebla, sino que, además, coloreaba el hielo! En Italia, el hermoso cielo de Italia por su limpidez y profundidad, me hablaba de tus ojos; su risueño paisaje me hablaba de tu sonrisa , como las campiñas de Andalucia con su aire saturado de aromas, poblado de recuerdos orientales, llenos de poesía y colorido, me hablaban de tu amor. En las noches de luna, de aquella soñolienta luna, bogando en una barca en el Rhin , me preguntaba si acaso no podría engañar á mi fantasia para verte entre los álamos de la orilla, en la roca de la Lorelay o en medio de las ondas, cantando en el silencio de la noche, como la joven hada de los consuelos , para alegrar la soledad y la tristeza de aquellos arruinados castillos!

—Yo no he viajado como tú; no conozco más que tu pueblo , Manila y Antipolo ,— contesta ella sonriendo, pues cree todo cuanto él le cuenta, —pero desde que te dije adiós, y entré en el beaterio , me he acordado siempre de ti, y no te he olvidado por más que me lo ha mandado el confesor , imponiéndome muchos penitencias. Me acordaba de nues