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María Clara, ídolo de todos , creció, entre sonrisas y amo res. Los mismos frailes la festejaban cuando en las procesiones la vestían de blanco, la abundante y rizada cabellera entretejida de sampagas [1] y azucenas, con dos alitas de plata y oro pegadas a la espalda del traje, y dos palomas blancas en la mano, atadas con cintas azules. Y luego, era tan alegre, tenía una charla tan cándidamente infantil, que capitán Tiago, loco de amor, no bacía más que bendecir a los Santos de Obando y aconsejar á todos la adquisición de hermosas esculturas.

En los países meridionales, la niña á los trece ó catorce años se hace mujer, como el capullo de la noche, flor à la siguiente mañana. En ese período de transición , lleno de misterios y romanticismo, entró María Clara por consejos del cura de Binondo en el Beaterio de Santa Catalina para recibir de las monjas la severa educación religiosa. Con lágrimas se despidió del padre Dámaso y del único amigo con quien había jugado en su niñez, de Crisóstomo Ibarra, que después partió también para Europa. Allí , en aquel convento que se comunica con el mundo al través de una doble reja , y todavía bajo la vigilancia de la Madre Escucha, vivió ella siete años.-Cada uno con sus miras particulares y comprendiendo la mutua inclinación de los jóvenes, don Rafael y capitán Tiago concertaron la unión de sus hijos y formaron una razón social. Este acontecimiento, que tuvo lugar algunos años después de la partida del joven Ibarra, fué celebrado con igual júbilo por dos corazones, cada uno en un extremo del mundo у en muy diferentes circunstancias.


VII

IDILIO EN UNA AZOTEA

El Cantar de los Cantares.

Temprano habían ido aquella mañana á misa tía Isabel y Maria Clara: ésta vestida elegantemente, con un rosario de cuentas azules que medio le servía de brazalete, y aqué-


  1. Sampaga ó sampaca magnoliáceas