—Y no has visto más que eso ?— preguntó con risa burlona el franciscano, que desde el principio de la cena no había dicho una sola palabra, distraído tal vez por la comida; —no valía la pena de malgastar tu fortuna para saber tan poca cosa : ¡cualquier bata [1] de la escuela lo sabe!
Ibarra se quedó sin saber qué decir; los demás, sorprendidos , miraban al uno y al otro, y temían un escándalo.— « La cena toca a su fin y S. R. está ya harto », iba a decir el joven , pero se contuvo, y sólo dijo lo siguiente :
—Señores, no extrañen ustedes la familiaridad con que me trata nuestro antiguo cura: así me trataba cuando niño, pues para S. R. en vano pasan los años; pero se lo agradezco porque me recuerda al vivo aquellos días , en que S. R. visitaba frecuentemente nuestra casa y honraba la mesa de mi padre.
El dominico miró furtivamente al franciscano , que se había puesto tembloroso. Ibarra, continuo, levantándose:
—Ustedes me permitirán que me retire, porque, acabado de llegar y teniendo que partir mañana mismo, quédanme muchos negocios por evacuar. Lo principal de la cena ha terminado y yo tomo poco vino y apenas pruebo licores. ¡Señores, todo sea por España y Filipinas!
Y apuró una copita, que hasta entonces no había tocado. El viejo teniente le imito , pero sin decir palabra.
—¡No se vaya usted !— deciale capitán Tiago en voz baja . — Ya llegará María Clara: ha ido á sacarla Isabel. Vendrá el nuevo cura de su pueblo, que es un santo.
—¡Vendré mañana antes de partir! Hoy tengo que hacer una importantísima visita.
Y partió . Entretanto el franciscano se desahogaba.
—¿Usted lo ha visto ? -decía al joven rubio, gesticulando con el cuchillo de postres. - ¡Eso es por orgullo! ¡No pueden tolerar que el cura les reprenda! ¡Ya se creen personas decentes! Es la mala consecuencia de enviar los jóvenes a Europa. El gobierno debía prohibirlo. -Y ¿el teniente? -decía doña Victorina haciéndole coro al franciscano ; - en toda la noche no ha desarrugado el
- ↑ Muchacho