do con sonrisa forzada y se dispuso á acompañar á las jóvenes.
Bajaron las escaleras.
María Clara iba en medio de Victoria é Iday; la tía Isabel seguía detras.
La gente se apartaba respetuosa para abrirles camino. María Clara iba sorprendente de belleza : su palidez había desaparecido, y si sus ojos seguían pensativos, su boca, por el contrario, sólo parecía conocer la sonrisa. Con esa amabilidad de la doncella feliz saludaba a los antiguos conocidos de su niñez, hoy admiradores de su dichosa juventud. En menos de quince días había vuelto à recobrar aquella franca confianza, aquella charla infantil que parecían haberse aletargado entre los estrechos muros del beaterio: diríase que la mariposa al dejar el capullo reconocía todas las flores; le bastó volar un momento y calentarse á los dorados rayos del sol para perder la rigidez de la crisálida. La nueva vida se reflejaba en todo el sér de la joven: todo lo encontraba bueno y bello, manifestaba su amor con esa gracia virginal que no viendo mas que pensamientos puros, no conoce el por qué de los falsos rubores . Sin embargo, se cubría el rostro con el abanico cuando le daban una alegre broma , pero entonces sus ojos sonreían y un ligero estremecimiento recorría todo su sér.
Las casas principiaban á iluminarse, y en las calles, que recorría la música , encendíanse las arañas de caña y madera, imitación de las de la iglesia.
Desde la calle, al través de las abiertas ventanas, se veía á la gente bullir en las casas , en una atmósfera de luz y perfumes de las flores, á los acordes del piano , arpa o orquesta. Cruzaban las calles chinos, españoles, filipinos, y éstos ya vistiendo el traje europeo , ya el del país. Andaban confundidos codeándose y empujándose criados cargando carne y gallinas, estudiantes vestidos de blanco , hombres y mujeres, exponiéndose a ser atropellados por coches y calesas, que a pesar del tabî [1] de los conductores, difícilmente se abrían paso.
Delante de la casa de capitán Basilio, algunos jóvenes saludaron á nuestros conocidos y los invitaron á que visi
- ↑ ¡Eh! Se dice para avisar á los transeuntes.